Foto de Ángel Muñoz

domingo, 1 de enero de 2012

El mundo en un pez




Te decía esta mañana mientras valseábamos en nuestra balsa que ya no tenemos edad para este lúdico modo de despertarnos, que ya deberíamos, a estas alturas, tener el horizonte claro, saber adónde ir cada mañana y cada tarde, dejar de improvisar como si no le debiésemos nada a nadie, aburrirnos a ratos. Yo, hace unos años, estaba casi, casi estaba segura de la vía por la que discurrir, estaba encarrilada, creo. Ahora esto es un continuo replanteo, un sacudir las migas del mantel día tras día, a la espera de ver lo que se pone encima de la mesa, un poco de sal que añadas tú, aromas que a mí se me vayan ocurriendo y, luego, lo que aporta el derredor, eso que zarandea y nos inquieta, la pólvora cercana y los ecos de la calle de enfrente, del vecino de al lado. Sin trabajo, sin casa, a estas alturas, sin un cachito de tierra donde sembrar las fresas..., será para poder seguir lanzando sedales a la vida hasta que me pique en la mano el pez del sueño y sepa cómo transformar estos deseos o sigamos así dejando tan amplísimo espacio a la sorpresa.
Con los palillos como dedos nos llevábamos ayer a la boca este otro pescadito, pez mantequilla y trufa, cerrábamos los ojos y el sabor afloraba a todos los rincones del sentido, cerrábamos los ojos, nos olíamos, éramos dos y parecíamos el mundo, ése que imaginamos.

1 comentario:

Laura dijo...

Bah, saber lo que uno quiere en la vida no tiene fecha.
Que te aproveche ese pescadito!

Feliz 2012!

Laura