Foto de Ángel Muñoz

domingo, 11 de enero de 2009

Sobrevuelo



Este era el panorama cuando llegué el viernes por la tarde a Barajas con la esperanza infantil de volar a Tenerife.



Mi vuelo tenía prevista su salida a las 17:45. Y por fin pudimos subir al avión a eso de las ocho de la tarde.


Dos horas después, una vez que limpiaron el avión de nieve y hielo, despegamos y se ve que el piloto no tenía ninguna intención de aterrizar en el aeropuerto sur por lo que voló a velocidad supersónica, consiguiendo el récor de dos horas y cuatro minutos. Así pues, fue el último vuelo que llegó a Tenerife Norte el viernes por la noche justo antes de la hora de cierre. El resto, incluido el de Air Europa que había salido antes de Madrid, fueron desviados al sur. Un besazo para el piloto, que se lo ganó.

Así que, más feliz que una perdiz, me encontré a 2.000 kilómetros del hermoso y caótico Madrid nevado.


La mañana, no podemos negarlo, había sido preciosa, los copos caían mejorando considerablemente el paisaje urbano, tiñendo el asfalto, cubriendo las cacas de los perros, dándole credibilidad a los parques e iluminándonos los rostros.



Parece ser que en Tenerife me esperaban con los periódicos abiertos y ayer sábado aparecía una reseña sobre mi libro en el diario La Opinión.
He aquí:


UNA MIRADA AL MUNDO
INMA LUNA, LAS MUJERES NO TIENEN QUE MACHACAR CON AJO SU CORAZÓN EN EL
MORTERO, BAILE DEL SOL, TENERIFE, 2008.

M. CINTA MONTAGUT
El mundo siempre ha estado poblado por seres humanos que viven, van a sus labores, aman, se desesperan, mueren y la mayor parte de las veces ese latido oculto de la vida de las personas nos pasa desapercibido, no lo sabemos captar con nuestras antenas y llegamos a pensar que la vida de los otros no tiene ningún interés, que hay seres excepcionales como los grandes creadores o los científicos y nada más. Las personas con las que nos cruzamos a diario no son más que sombras que ni siquiera vemos, a las que no concedemos ni una mirada ni un minuto de nuestro tiempo siempre tan valiosos.
En esas sombras, en la niebla que las envuelve bucea Inma Luna para ofrecernos unos cuentos, brevísimos algunos, en los que encontramos, al igual que en su poesía, dos constantes: la vida cotidiana y el amor. Un amor tierno, compasivo, desesperado, pasional, que viven unos seres, la mayoría de ellos mujeres, corrientes, sin ninguna especificidad, sin ninguna característica heroica que los pueda hacer dignos de protagonizar una obra literaria.Y sin embargo están aquí poblando este libro de cuentos de una humanidad desbordante de ternura, odio, deseos no cumplidos, dolor, alegría.
Alguna de las mujeres que aparecen en este libro son seres extraordinarios como Margarita, que percibe las cualidades de los demás a través de la lengua, lamiendo y que cocina platos extraordinarios con los ingredientes más sencillos. Otras, como Lola o la mujer que tiene que presentarse en el Inem, son personajes con una enorme fuerza interior a pesar de su desarraigo y su problemática vital.
También hay protagonistas masculinos en estos cuentos. Son seres tiernos y desvalidos cuyos deseos, muy elementales y hasta infantiles como los del hombre que detesta la Navidad, se ven siempre frustrados por la incomprensión o la mala suerte.
Son historias urbanas las que nos cuenta la autora que sabe manejar con destreza el tempo de los relatos y administrar con sabiduría la sorpresa con la que lleva a los lectores hacia un mundo desconocido por lo cercano y fascinante al mismo tiempo. La desesperación, la sordidez, las cicatrices que toda vida lleva consigo aparecen en este libro envueltos a veces en fantasía a veces en la realidad más cruda y siempre a una verdad que es la vida misma.






El vídeo corresponde a un momento de la lectura en El pequeño teatro de los libros, de Zaragoza.

1 comentario:

coco dijo...

Querida, estás que te sales. Y el piloto, también.